martes, noviembre 16, 2010

SIMPLEMENTE ENFERMEDAD

Un malestar general, dolor de cabeza y algo de fiebre invadieron mi cuerpo, desde la mañana de ayer. Asumo que algún virus extraño me invadió mientras me transportaba al trabajo, pues fue ahí donde empecé a sentirme alicaída. Y así estuve, adolorida, fastidiada y quejumbrosa hasta que un gentil farmacólogo de FASA me dio un par de pastillas que hicieron que me despertara ya mejor. Sin embargo, aún así, no he ido a trabajar hoy.

Como ya es mi costumbre, desde un tiempo a esta parte, veo telenovelas y en las dos que me distraen vi algo común, la presencia de la enfermedad que consume, agrieta y atormenta el alma; esa enfermedad que hace que nos convirtamos en personas que no queremos y nos hace actuar como anormales; esa enfermedad de la que se cuidan, o al menos lo intentan, solo aquellos que han sido destruidos por ella y que aprendieron a blindarse contra su influencia, maligna para algunos, celestial para otros. Me refiero al AMOR, pues como dijo Calamaro: Tu amor es mi enfermedad.

¿Por qué el amor a veces nos vuelve estúpidos? A veces se siente como estar afiebrado y somnoliento, como si todo pasara en cámara lenta y no supieras bien lo que dices o te dicen. Te vuelves ciego, sordo y a veces mudo, ves lo que quieres, oyes lo que te da la gana y no reaccionas como deberías. Dejas que te humillen, te griten y comparen, y no sabes por qué, pero confías en que algún día cambiará y que lo hará por ti. Eso, no existe. Te pareces a Mimi de Luna de hiel, película altamente recomendable que impactó a mi amiga Katié. Vela y sabrás a qué me refiero.

Magistral, Luna de hiel

Hace mucho tiempo dejé que me redujeran a nada, pero la verdad es que fui YO la que me reduje porque estaba afiebrada, ciega o quizá admirada por lo culto de FAMCD (con sus tres nombres y dos apellidos) y me convertí en una idiota autómata de lo que él dijera; llegué, incluso, a pensar en ponerlo antes que mi familia y solo por un capricho. Menos mal que desperté hace mucho, pero aún quedan secuelas y creo que es por ello que me irritan tanto las poses de divos(as) que toman alguna personas que conozco, personas que no entienden por qué bromas de ese tipo de lastiman o que se preguntan por qué no les hablo o me caen mal; y es que a pesar de los antibióticos, aún quedan secuelas de esa enfermedad. Como mi cabello que hoy amaneció opaco y triste por la fiebre de anoche, a veces, me siento así opaca y triste, solo a veces.

Ayer conversaba con un ex alumnito y comentamos de manera superficial sobre un incidente que me lastimó, aunque no pareció en ese momento, y que incluía a un ex alumno que aprecié mucho, quien lastimó a otras de mis alumnas, a una la engañó, a otra insultó y a ambas humilló públicamente. Las dos lo querían, una fue la enamorada; la otra, la mejor amiga. A ambas pidió perdón y ambas le creyeron… Yo no. El amor enfermo es así, te embrutece, te hace creer y perdonar, te hace olvidar sin aprender. Él sigue siendo el mismo, un soberbio; un niño soberbio.

El amor enfermo te trastorna, te hace ver cosas que no deberías y te hace comportarte como un desquiciado. Ahí el caso de un nuevo amigo, que tiene a su loca personal que lo sigue, lo busca, lo etiqueta, lo cela, lo acosa, lo hostiga; pero no lo cansa. La enfermedad se contagia, obvio.

Debo aclarar que en este momento no amo a nadie, fuera de algunos miembros de mi familia; y es que amar para mí es sinónimo de confianza y la capacidad para confiar en alguien se me ha hecho tan distante. Pero ojo, también estoy convencida de que el amor existe, que es glorioso y bueno, que te da fuerzas para seguir adelante y ser mejor. Pero también existe este otro, el amor enfermo, que todo lo opaca y acaba, amor del que debes alejarte porque aunque creas lo contrario NADIE SE MUERE POR AMOR (si te lo diré yo) y si sientes que puede pasar eso contigo, quiérete, cambia y aléjate que aún estás a tiempo.

 

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